domingo, 30 de noviembre de 2008

un pequeño volumen sobre la almohada: otro hallazgo



leticia ducasse- tomás romero obligado


Si no estoy sonriendo es por la angustia. En poco tiempo, al amanecer, seré conducida a cumplir mi destino. Un destino que no elijo, sino que acepto con resignación, con dolor, con miedo.
Yo soy Sialavena, hija del Conde de Estul. Podría decirse que mi nación está en guerra desde sus comienzos. Yo pertenezco a la decimoséptima generación de nobles que se someten ante este destino. Encerradas todas, como yo, en una fría y húmeda torre, desnuda en la oscuridad, temblando de incertidumbre, con esa presión dura y sin aire del desasosiego. Mi madre pasó por eso y ahora me toca a mí. Hace cientos de años, cuando nuestra nación no hacía más que perder batallas, nuestros sabios recibieron un presagio y desde entonces cada año las familias nobles más importantes entregan a su hija mayor en sacrificio como ofrenda a los dioses quienes les garantizan siempre la victoria.
Si no estoy sonriendo es por la angustia. En poco tiempo, al amanecer, seré conducida a cumplir mi destino, en la plaza, en una pira.

domingo, 9 de noviembre de 2008

alguien más

entra al cuadro y hace estremecedoras revelaciones.

Ni plop ni qué ochocuartos

johanna ganopolsky



Voy a contarlo así, como primero me vino a la cabeza, porque darle tantas vueltas a una historia no me gusta, me aburre y se me entorpecen las palabras. Además no me aguanto, siempre la maestra me dice que ando contando el final y no dejo que disfruten la historia. A quién le importa, total lo importante es que yo quiero decirlo así como me pasó la tarde del 8 de noviembre de 2008. No me olvido más del calor que hacía, de esos calores que de tan asfixiantes no te dejan ni mirar la tele. Entonces entré en el cuadro, no es que yo quería entrar al cuadro es que quería saber si esa que estaba ahí era una nena o una muñeca de morondanga. No fue difícil, algunos dirán que no fue difícil porque yo soy chica, si eso les sirve de consuelo porque ellos no lo logran, bien por ellos. Yo entré, vi la valija, el sombrero y el paraguas, todo listo para salir. Pero lo vi a las apuradas y además me di cuenta, por eso que una vez papá me leyó en un cuento de un tal Nabokov que si me quedaba mucho tiempo ya no iba a poder salir.
No es que requiera tanto esfuerzo, te lo cuento porque tal vez lo puedas hacer vos también. El secreto está en cómo mirás la pintura, nada de eso que te dicen del deseo es cierto. Mi mamá siempre anda con esos cuentos de que si lo deseás muy fuerte puede pasar. Yo lo deseé muy fuerte durante tres años seguidos al soplar las velitas de mi cumpleaños, deseé poder entrar en la pintura, cerraba los ojos, soplaba la velita, escuchaba los aplausos, sentía los besos mojados en los cachetes y ¡zas!, abría los ojos y todos estaban ahí, igual que antes. Eso de desear no funciona, a mí lo que me funcionó fue estar sola esa tarde de calor en el fondo de mi casa, mirando distraída hacia un espejo colocado en la pared opuesta, haciendo que me miraba el ombligo, porque igual eso es lo que los grandes dicen que los chicos hacemos todo el tiempo.
Como ya te dije, no podía decidir si la que estaba en el cuadro debajo del espejo que reflejaba la cara del señor muerto o del viajante que ya no puede viajar de tan flaco y que por lo tanto permanece dormido y desnudo (seguro que la tarde del cuadro era tan calurosa como la tarde en que yo entré al cuadro), no me decidía si la que estaba ahí en el cuadro era una muñeca o una nena, ya se lo había preguntado a todo el mundo pero nadie sabía responderme. En cambio las otras piernas que se veían a la izquierda del cuadro estaban enmarcadas, esas eran de una mujer gorda dibujada, pero la que estaba sobre el estante, esa no se sabía.
Distraída como me hacía, pasé una mano sobre el cuadro, sin mirarlo directamente sino a través del espejo y mi mano quedó de colores y el cuadro quedó borroso. Volví a pasarla y salí toda manchada, no había alrededor ninguna canilla donde pudiera lavarme, y terminé haciendo lo que mamá siempre dice que no hay que hacer por nada del mundo pero que yo a veces por apurada me olvido: me limpié en la remera. Pero la pintura no se me salió ni de las manos ni de la remera, ahí fue cuando me di vuelta y plin: entré. No hice ningún plop repentino, simplemente plin. Y después salí porque oí que se acercaba papá y no quería que me viera toda embadurnada en esa pintura pastosa, pero antes pude comprobar que ni el mismo pintor que dibujó esa cosa sabía si la muñeca era muñeca o era una nena. Qué fastidio, ¡tanto misterio para nada!

martes, 21 de octubre de 2008

un cuadro que no había notado hasta ese momento

el grupete busefi-gómez-zagarese-boffa escribe una nueva entrada para el pequeño volumen hallado sobre la almohada.

(fragmento del diario de un artista)




Grupete: Busefi - Gómez - Zagarese -Boffa



Es la quinta vez que retoco el boceto. Ella solamente reconoce de sí misma los senos. Sin embargo rehúsa de verse en los ojos, pómulos, cabellos, orejas, boca, sonrisa. Y de todas sus bocas siempre me muestra la misma; la que está plasmada.
Pero algo se escapa de mi mismo o de su cuerpo e impregna de pronto el altillo luminoso que transformé en atelier. Es un halo soporífero que va adormeciendo mis sentidos hasta detenerse en mi mano y gobernarlo. Ahí en ese preciso instante ella y todas sus otras se materializan en su cuerpo. Ella dice que reconoce sólo sus senos. Yo, hace tiempo, creo ya que ni sus pezones pequeños y oscuros le pertenecen.


Me enojo, ella no entiende, vuelve al retrato, se mira, no se encuentra. Discutimos. Se acomoda, posa, no está feliz, sin embargo sonríe.


Se fue… ¡Mejor dicho la eché!… Estoy harto… ¡Qué sus senos!... ¡Qué sus párpados!... ¡Maldita sea!... ¡Por que me empecino con los modelos vivos!...
Han pasado las horas y me sigo sorprendiendo del rostro, no en el de ella,… ¡Maldita!... Me sorprende esa cosa… ¡ensoñación o que se yo!
… pero más me sorprende mi mano… mi mano que no gobierno, mi mano que parece manejar al pincel como un bisturí.

jueves, 9 de octubre de 2008

El metido escapista escapó

Ariel Zagarese



Se había metido siempre en donde él quiso. Lo tenía por costumbre y lo tenía de pesado. Esperaba una minuciosa oscilación de un ojo —sin importar el ojo, de cualquier comensal— para que él tomara la palabra. Era un metido por excelencia y por arrebato, no hay dudas. Llegó a hacerlo en el teatro. ¡Sí!, en una escena memorable de Tío Vania, justo en el instante preciso, en el cuál tío Vania yerra sus dos tiros… y allí sucedió: se sintió inmortal. Llegó a meterse hasta en los discursos presidenciales, en las radios, los televisores, las casas, las oraciones, las plegarias, las tumbas, etc. Hasta que por honoris causa le otorgaron el exótico título de escapista. Pues, se metía y se escapaba dejando las cosas convulsionadas a su manera, con su impronta.

No sé quién, es lo que menos nos importa, le propuso ingresar a la pintura. Lógico, apuesta de por medio. No había mucho por perder, simplemente, querían que se dejara de joder. ¡Que no se meta más! De escapar, se le entregaría una gran suma de dinero para que se fuera de la provincia, del país, mejor dicho: del planeta. Y de no lograrlo, quedaría en el cuadro para siempre. Lo curioso es que lo hizo, lo logró. Y, el muy pedante, dejó los pasos exactos de cómo ingresar y salir de aquella pintura. Lo extraño es que con el dinero, él se escapó. Se fugó del país, del planeta, y vaya uno a saber adónde se metió… Es aquí, entonces, la hazaña más difícil para un escapista. Ingresar y egresar de una pintura.

Lo primero a tener en cuenta es saber que el hombre es materia y su pensamiento genera a la misma. Si logramos concentrarnos y entender desde lo más profundo del ser esa idea somos capaces de dominar la materia y, sin ninguna ayuda de ninguna Máquina de Dios. La desmaterialización y la materialización es un lúdico momento de probabilidades. ¿Cuántas probabilidades poseo para convertirme en parte de ese cuadro, de ser su sustancia, de vivir materialmente ese cuadro? Para el hombre común: ninguna. Sin embargo, existe la posibilidad de pensar en la esencia del mismo, por lo tanto, ya hay una posibilidad. Esto podemos usarlo hasta para volvernos millonarios. Pero esto no es un libro de autoayuda, ni mucho menos. Es una simple explicación donde dejo en claro cómo ingresé y escapé del cuadro. Lo extraño de sentirse inmaterial es que, al ser tan liviano, uno corre el riesgo de volarse con el viento, o de que algún compañero o espectador lo aspire y lo expulse en forma de espasmo o estornudo. Pues, teniendo en cuenta esa situación, decidí alojar la pintura en una cámara sellada al vacío de acrílico trasparente, conmigo dentro de la misma. La situación se vuelve más tensa. Ahora tengo muy poco tiempo en desmaterializarme, puesto que el oxígeno que hay dentro se agota prontamente. Desmaterializarse es fácil. Lo complicado es volverse a materializar. Es decir, devenir en… Devenir en un algo que viva dentro del cuadro. Devenir en pinceladas, en colores pasteles y no en escalas de grises u ocres; puesto que el devenir no puede ser incoherente. El devenir debe ser una experiencia única que modifique en actitud, razón, código y lenguaje al devenido. Para lograr esto hay que ingresar desnudo a la cámara, pues, la vestimenta o vestuario no facilitaría la desmaterialización sino que todo lo contrario. Puesto que debería no sólo desmaterializar mi cuerpo sino, también, mis ropas. Una vez dentro de la cámara es importante que se vayan bajando las luces, puesto que la desmaterialización está ligada al concepto de la nada, y para llegara a ella, debemos estar faltos de luz. Ahora, sin luz y en silencio, comienzo a olvidar quién soy. Primero olvido mi nombre, mi apellido, su raíz italiana, su pasaje del latín al italiano, hasta olvidar mi segundo nombre y el primero y llegara a ser un ente. Una cosa. Un mero objeto que ni siquiera le corresponde un significado ni un significante. Me convierto en la excepción a la regla de Saussure. Al ser un ente sin sentido ya no hay palabra en el lenguaje con la que pueda identificarme, ya no hay nadie que pueda molestarme, llamarme, distraerme. Sin embargo, mi parte pensante y simbólica no se desase. Cambia. Cambia los sonidos por matices, las palabras por tonalidades, y la sintaxis y la semántica por ritmos, líneas, puntos o planos. De alguna manera, se piensa en dibujo. En planos, en dos dimensiones. Es una forma muy incómoda hasta que nos podemos habituar al nuevo efecto de la perspectiva. La perspectiva es engañosa y debemos amoldarnos a una escala. Es posible quedar más pequeño de lo acostumbrado o más grande de lo debido. Siempre sucede, no hay que temer, es una cuestión de criterio, hasta que de pronto se encuentra el lugar en el plano, en el lienzo. Ahora, tenemos la sensación de ser una especie de boceto. Y es correcto. Nos falta el color definido, agregarnos el juego de las sombras, ganar volumen, y sentirnos cómodos. Para ello basta con tomar un poco de las acuarelas que nos rodean y comenzar pertenecer. Es proceso bastante adolescente, hasta que los matices comienzan a sentarnos bien, podemos pasar por una variada paleta y hay un abuso del color negro, como cuando se era punk o heavy metal en la adolescencia pero sin música. Finalmente, para que se den cuenta de que estuvimos allí, aconsejo tomar más pintura de lo debido y realizar un sutil dibujo de nuestra figura. Yo dejé la mía sobre una tela de las paredes de la misma. Mientras pintaba conversé con Aurelio, un viejo postrado que espera que los ojos espías no observen el cuadro para beber algunos whiskys… pero esa ya es otra historia .

Para regresar realicé el proceso inverso. Es como rebobinar una película o un casete. Al salir nadie estaba esperando el resultado de mi hazaña. Por lo tanto, me tomé mi tiempo y dejé documentado el proceso de ingreso y egreso de una pintura. Ahora quien hace la propuesta soy yo: ¿Usted pensó alguna vez en desmaterializarse?

domingo, 5 de octubre de 2008

un cuadro


siguiendo atentamente las instrucciones y teniendo en cuenta los recaudos, ¿se anima a entrar a este cuadro hasta que se escuche el suave plop? ¿podría contarlo?